La Mulata de Córdoba
Había muchos hombres ricos y famosos que cortejaban a la mulata de Córdoba, sin que ella les correspondiera. Ella era una mujer muy hermosa, rectada y simpática, a quien le hacían todo tipo de regalos y cumplidos sin lograr su amor.
Muchos hombres por despecho aseguraban que estaba enamorada del diablo; estos comentarios se extendieron por toda la ciudad, y se creía que hacia magia, artes adivinatorias y brujerías. Algunos afirmaban que de su casa salía un olor a azufre.
Las malas lenguas sostenían que en las noches de luna la veían salir volando para ir a la fiesta que organizaban los hechiceros para adorar a Satanás.
Se decía también, que si alguien tenía un deseo considerado irrealizable, o bien deseada alcanzar un amor imposible, recurría a la mulata a fin de que le diera un brebaje para obtenerlo. Estos servicios eran gratuitos, y surgía la pregunta: ¿De dónde obtenía tanto dinero? Además realizada obras de caridad, su casa era muy hermosa con muebles y adornos caros y joyas exquisitas.
Las demás mujeres la envidiaban porque siempre se veía joven, a pesar de los años; su fama corrió desde Córdoba hasta la Ciudad de México, y al enterarse la Santa Inquisición, ordenó que se le aprehendiera, por lo que esposada de manos y pies con unas argollas fue encarcelada y puesta a disposición del Tribunal del Santo Oficio.
Le confiscaron sus bienes y como se hacían con las brujas y hechiceras la iban a quemar en la hoguera. Un día antes de la ejecución paso algo extraordinario que lleno de asombro a toda la población. Ese día un carcelero escucho extraños ruidos en la celda y al asomarse por la mirilla de la puerta vio que la joven dibujaba un navío con un carbón sobre una de las toscas paredes. Este fue realizado con tanta perfección, que el hombre murmuro asombrado:
-Solo le faltaría navegar
La mulata volvió el rostro y sonriendo enigmáticamente le dijo:
-¿Quieres que navegue? Lo hará, imagina tú el mar.
El custodio no pudo resistir la mirada de la joven y cerró los ojos, al abrirlos la muchacha ya no estaba. Al observar la embarcación se sorprendió al ver que se alejaba y se escuchaba como las olas se rompían sobre el casco del navío. Al seguir observando el dibujo distinguió la mano de la mulata haciendo un gracioso adiós.